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Asher subió a la cubierta delantera del Devorador de Cielos, donde la Erradicadora estaba parada con una concentración inquebrantable, escudriñando el horizonte.
Los paneles de control delante de ella titilaban con una variedad de runas luminiscentes e indicadores, pero su atención estaba tanto en el oscuro y amenazador cielo como en los instrumentos.
Un pequeño gato con pelaje negro brillante y penetrantes ojos rojos se aseaba meticulosamente la pata posado en su hombro. Sus dos colas esponjosas se movían suavemente, casi al ritmo del zumbido de los motores del Devorador de Cielos.
Al sentir la aproximación del rey, la Erradicadora se giró con suavidad, sus movimientos precisos y eficientes. El gato, aparentemente imperturbable, se trepó ágilmente sobre su casco, acomodándose cómodamente.
La Erradicadora hizo una leve reverencia, su voz pareja y carente de emoción:
—Su Majestad.
Asher mostró una sonrisa sorprendida: