La suave luz de la luna de sangre proyectaba un resplandor místico sobre las serenas aguas del estanque.
Tiñó los alrededores con tonos de rojo intenso, haciendo que la noche pareciera aún más atmosférica.
Anidados sobre una mullida sábana junto al estanque, Rowena y Asher yacían, sus cuerpos desnudos cubiertos por una tela suave.
Cada contorno y curva de sus cuerpos brillaba con sudor, haciéndolos parecer estatuas talladas en piedra lunar.
Después de pasar horas y horas explorando los cuerpos del otro y uniéndose, Rowena fue la primera en rendirse bajo su implacable ataque.
Comenzaron su batalla temprano en la mañana y ahora ya era de noche mientras que el Ojo de los Siete Infiernos había vuelto a su letargo hace tiempo.
Amó cada momento de ello, haciéndola sentir como si pudiera sentir su alma elevarse alto junto con la suya y fusionarse con él.