Isola sintió el peso de la situación presionando sobre ella mientras se enfrentaba a Agonon. La lluvia envolvente, que una vez fue su aliada, ahora era su mejor esperanza de herirlo.
Respirando profundamente, se dio cuenta de que sus habituales ataques mentales, dirigidos a la conciencia de un oponente, eran ineficaces; la barrera autoimpuesta de Agonon, que amortiguaba su voz, los hacía inútiles, o reducía su efectividad a tal punto que no valía la pena.
Pero la lluvia... le daba otra vía de ataque. Murmurando una frecuencia específica y resonante, llamó a su Resonancia Acuática.
Cada gota de lluvia a su alrededor comenzó a vibrar con inmensa energía, como si tuvieran vida propia. Estas vibraciones se expandieron, convergiendo en potentes ondas de choque que tenían a Agonon como objetivo.
Pero Agonon no era ajeno a la batalla. Reconociendo la amenaza, activó su propia defensa.