Mientras el sol carmesí se sumergía bajo el horizonte, arrojando un profundo resplandor rojo, Rowena salió del castillo.
Guiada por un sendero de empedrado liso, se acercó al Santuario del Pilar. El santuario era una cámara dentro de un antiguo edificio erguido, lejos de las áreas bulliciosas del reino.
Dado que este lugar se consideraba sagrado, nadie, incluidos los anteriores reyes y reinas, se atrevió a profanarlo ni a causar ningún tipo de disturbio en él.
El santuario en sí estaba construido con piedra de lebaster, sus muros grabados con intrincados patrones que contaban historias de profecías pasadas y predecidas. Algunos mitos sugieren que estas piedras ayudan a absorber vibraciones de los Siete Infiernos, permitiendo así que el Vidente escuche el sonido que cada hilo del destino pueda hacer.