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Boden no obtuvo respuesta mientras el Portador del Infierno empezó a caminar hacia él.
Su acercamiento era como la lenta marcha del tiempo, ineludible e inevitable.
Cada paso que daba enviaba un violento temblor a través de la tierra, haciendo que el mismo suelo bajo los pies de Boden se ondulara y resquebrajara, como un estanque perturbado por una pesada piedra.
El resplandor radiante de la figura esquelética proyectaba sombras inquietantes, enfatizando aún más el cambio catastrófico en el equilibrio de poder.
Rechazando ser paralizado por el temor que inspiraba el Portador del Infierno, Boden extrajo cada onza de su ser, su entrenamiento y su experiencia.
Cada músculo tenso, cada célula clamaba, alimentando su cruda determinación de confrontar la amenaza inminente. —¡Yaargh! Tu muerte será una recompensa para la Familia Egon —rugió, usando el honor de su familia como apoyo a su valentía.