La noche era densa, solo interrumpida por el tenue tono plateado de la luna en el cielo.
El silencio cubría el paisaje, solo interrumpido ocasionalmente por el aullido y los distantes gritos de dolor.
Entre el polvo que se asentaba y los sollozos que persistían, las siluetas de Axton y su grupo resaltaban, sus caras iluminadas por sonrisas de victoria.
Finalmente, mientras los ecos de la batalla exterior se desvanecían, la tierra bajo ellos tembló.
*¡Boom!*
De repente, como una ola que corre hacia la orilla, las piedras y rocas se resquebrajaron, propulsadas hacia arriba en una sinfonía de caos. A través de la niebla de los escombros que se asentaban, emergieron cuatro figuras.
—¡Bravo! ¡Bravo, princesa! De verdad que eres más fuerte y tenaz de lo que pareces ser, y debería añadir... tan jodidamente sexy. No creo que ni siquiera la hija del presidente sea tan bonita como tú. Mira, mis amigos y yo ya estamos duros —se burló Axton, con una sonrisa lobuna.