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El viaje de Asher por el corredor se sentía como un descenso a un mundo diferente, y al abrir la pesada y ornamentada puerta de la cámara de Kira, fue recibido por una visión tan embriagadora como seductora.
La cámara estaba bañada de una suave luz ámbar que rebotaba en las telas doradas y con tonos de rubí que adornaban la sala.
Los aromas de flores exóticas e inciensos picantes colgaban pesados en el aire, creando una atmósfera embriagadora que era a la vez acogedora y ominosa como siempre.
En el corazón de la sala, sobre una mullida chaise cubierta de tejidos de seda, yacía reclinada la señora de este reino seductor.
La forma de Kira era una visión para contemplar. Su cabello dorado caía sobre sus hombros como una cascada de seda calentada por el sol.