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Bajo el lienzo granate del cielo vespertino, la silueta de Flaralis, un magnífico dragón de linaje antiguo, rugió en el éter.
Montados sobre esta bestia majestuosa se encontraban dos figuras, envueltas en un abrazo íntimo, presionando sus cuerpos uno contra el otro para resistir el frío de los vientos nocturnos.
Rowena se sentaba alta y elegante en la silla, sus manos sujetando firmemente las riendas del dragón mientras su espalda hallaba confort y calor contra el pecho de Asher.
Hacía volar a Flaralis lentamente a propósito para poder disfrutar más tiempo de este momento con él.
Asher rodeaba su cintura delgada con los brazos, sus dedos entrelazados en la base de su estómago esbelto. Su aliento, cálido y constante, acariciaba la nuca de ella, enviando escalofríos a lo largo de su espina dorsal.
Sus ojos, sin embargo, no podían dejar de abarcar la vasta extensión del reino que se extendía bajo ellos.