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Isola, aún débil y desorientada, miraba horrorizada mientras presenciaba la escena que se desarrollaba ante sus ojos.
Sintió un temblor en su pecho al ver los tentáculos apretar su sujeción sobre su esqueleto ardiente cuyas llamas se extinguieron antes de que carne y piel volvieran a crecer rápidamente en sus huesos.
—No, por favor... —Isola rogó, su débil voz quebrándose con emoción—, ¡Llévame de vuelta y déjalo ir... seré tu sacrificio!
Su cola se transformó en piernas debilitadas que temblaban debajo de ella.
Tamboleó hacia él, sus brazos extendidos tratando de agarrar los tentáculos que lo atrapaban.
Sus dedos arañaron los firmes espirales, intentando en vano aflojar su agarre. Apretó los dientes, negándose a ceder al dolor que recorría su cuerpo.
Sus emociones se mezclaban dentro de ella como un tornado, una mezcla de miedo, culpa y desesperación. Se dio cuenta de que él estaba pagando el precio por tratar de liberarla.