Una sirvienta se acercó a la puerta de las cámaras de Oberón, sus pasos resonando por el corredor débilmente iluminado. Sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal al acercarse a la puerta fuertemente vigilada, no acostumbrada a ver tantos guardias intimidantes cuyas miradas inmediatamente aterrizaron y la atravesaron.
Al llegar a la puerta, sus rostros enmascarados en expresiones estoicas, de pie y atentos. La observaron intensamente mientras ella sostenía la bandeja con la bebida medicinal y el cuenco con las varitas de esencia, sus manos temblando ligeramente. Sin embargo, el aroma agradable de las varitas de esencia la ayudaba a relajar un poco los nervios.
Uno de los guardias, una figura alta e imponente, se adelantó y le bloqueó el paso con su lanza.
—La bebida debe ser probada primero —dijo él, su voz profunda y autoritaria—. Es la orden de la princesa consorte.