Astaroth volvió a la tarea que tenía entre manos al cerrar su ventana de habilidades.
Los dos chicos en el agujero lo miraron, sonriendo, sin entender. ¿Estaba feliz de poder controlar su habilidad?
No sabían que él acababa de hacer el hechizo, que era uno nuevo. Pero de todas formas, Astaroth no se los diría.
Empezó a mirar dentro del agujero, que ahora estaba brillantemente iluminado. Podía ver mejor la superficie de roca de las paredes, y lo que vio lo fascinó.
Había runas grabadas a lo largo de todo el pozo, de manera espiral, que iban desde el fondo hasta la cima. No podía discernir si eran letras o pictogramas, ya que no entendía ninguno de ellos.
Miró absorto hasta que el enano lo devolvió a la realidad.
—Disculpe, señor. Pero ¿podría ayudarnos en lugar de mirar las paredes? —preguntó el enano.
Astaroth lo miró incrédulo. ¿No le interesaban los grabados?