Al verla flotar hacia él, su rostro una máscara de shock y miedo, él sonrió.
Sus pies tocaron los adoquines de los caminos del jardín, e inmediatamente corrió hacia Astaroth.
Pero antes de que pudiera alcanzarlo, una fuerza invisible la detuvo en el lugar.
Se debatió por unos momentos antes de gritarle a Astaroth.
—¿Cómo rompiste mi dominio? ¿Y dónde estamos ahora? —le preguntó.
Astaroth miró a su alrededor, su sonrisa aún presente. Luego, sus ojos dorados se fijaron de nuevo en Titania.
—No sé mucho sobre este poder todavía. Es bastante nuevo. Gracias por eso, por cierto. Pero creo que esto es lo que llamas un dominio —explicó él.
Titania sabía que no había malinterpretado sus palabras ahora.
—Eres mil años demasiado joven para saber qué es un dominio, y mucho menos tener uno. ¿A qué divinidad le vendiste tu alma para obtener este poder? —le gruñó ella a él.
Astaroth rió entre dientes.
Él entendía por qué ella dijo eso.