A medida que su sueño continuaba, lentamente cambiaba. Entre los enemigos a los que se enfrentaba, comenzó a ver rostros que reconocía.
El sueño se transformó poco a poco en una pesadilla, mientras las personas con las que luchaba se convertían en aquellas contra las que luchaba. Las voces se mezclaban, convirtiéndose en una cacofonía de gritos de dolor y súplicas.
Alexander no tenía forma de saber cuánto tiempo había pasado, ya que el sol se mantenía en su cenit perpetuamente, cambiando solo de tonalidades. Cuanto más duraba el sueño, menos personas quedaban a su lado, hasta que luchaba solo.
El ejército ante él crecía en tamaño, una y otra vez, con más y más personas que conocía uniéndoseles. En las líneas del frente de esta batalla, enfrentándose a él, había cada vez más de sus amigos, que parecían hablarle, pero no podía escuchar sus voces entre el ruido.