Dormido unas pocas horas, un sueño sin sueños, Alexander despertó de nuevo con la espalda aún adolorida. El hormigueo bajo su piel había disminuido, hasta cierto punto, pero aún podía sentir como si una colonia de hormigas estuviera arrastrándose bajo su piel.
El dolor estaba en un nivel manejable en este momento, y podía darse cuenta de que los medicamentos para el dolor habían perdido efecto. Sintiéndose como si su cuerpo fuera una estatua hecha de plomo, decidió intentar levantarse.
No quería estar acostado para siempre, y tenía cosas que hacer. Pero ahora mismo, en su mente, solo una cosa le preocupaba.
Ver a Kary.
Sentándose en la cama, Alex giró su cuerpo hacia la derecha, enviando sus pies al frío suelo de baldosas. Sintiendo el mordisco de las baldosas frías, intentó buscar algo en la habitación para ponerse en los pies.