Astaroth miró a Salomón.
—¿Puedes decirme el camino de salida? Apenas puedo regresar a casa si no sé cómo salir de aquí.
—Chico, no estás verdaderamente aquí. Todavía estamos en tu mente, o mejor dicho, en la mía.
—¿Eh?
—El anillo te trajo aquí. Ahora que es tuyo para controlarlo, puede sacarte. Puedes volver aquí cuando quieras, para obtener algunas indicaciones mías si las necesitas. Pero para salir, solo necesitas querer hacerlo.
Astaroth cerró los ojos, intentando hacer lo que Salomón dijo, y al no sentir nada diferente, volvió a abrirlos. Pero en lugar de la sala nublada en la que había estado, estaba de nuevo acostado de espaldas, sobre un piso de alabastro blanco.
La pequeña plataforma en la que estaba, aún flotando en medio del lago gelatinoso. Pero algo difería de antes.