—921,500 —dijo el narrador.
Un chorro de llamas azules brillantes atravesó el cuerpo de León, pasando a través de él y quemando su espalda. La cantidad de daño que recibió de ese ataque redujo su salud del veinte por ciento al diez por ciento.
El jefe tosió un chorro de sangre, ya que quemó sus órganos internos hasta reducirlos a cenizas en su trayectoria, y los demás quedaron gravemente chamuscados. Pero esto desencadenó la furia del jefe.
El tamaño de León se hinchó una vez más, obligando a todas las enredaderas que lo sostenían a estallar. El hielo que encapsulaba sus patas también se agrietó con la repentina expansión.
—RRROOAARR —gruñó el jefe.
Al no tener ya nada que lo retuviera, todos los jugadores en el suelo palidecieron inmediatamente. Fénix, que estaba justo delante de León, casi sufre un paro cardíaco.
Retrocedió rápidamente; su forma se disipó mientras lo hacía. Su paso hacia atrás la ubicó a salvo detrás de Gulnur, en medio de su grupo.