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Mientras el matón se abalanzaba sobre él como un jabalí salvaje, Alexander se mantuvo frente a la puerta de su patio abierta. El balcón del otro lado era pequeño y la barandilla hacía tiempo que no recibía mantenimiento.
Esperaba que el grandulón sobrepasara la barandilla y cayera desde el tercer piso, todo el camino hasta el pavimento. Pero planeaba acompañarlo en la caída, usándolo como un aparato de aterrizaje.
Cuando el matón corrió hacia él, Alex se agachó bajo su abrazo de oso y lo siguió por detrás. En ese momento, tenía la espalda expuesta al mayordomo, y este tenía una línea de tiro clara hacia él.
Pero para cuando pudiera disparar su pistola, sería demasiado tarde para efectuar un disparo letal. O al menos eso esperaba Alex.
Cuando el hombre grande como un gorila pasó por encima de Alexander, este rápidamente lo atacó por la espalda, impidiéndole detener su impulso. Ambos golpearon la barandilla como un tren desbocado.