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Abadón apenas tuvo un momento para procesar las palabras de Hel antes de que se formara un tornado literal frente a él.
Un embudo de almas verdes y espirituales descendió sobre Hel y envolvió su figura en poder.
Internamente, Abadón chasqueó los dientes de frustración.
Pensó que finalmente había cerrado la brecha entre él y Hel, pero ella había hecho que todos sus esfuerzos fueran en vano.
No solo su oponente igualó su oleada de poder, sino que la superó.
Actualmente, la energía que emanaba de ella era tan terrible que hacía que Abadón quisiera reír por lo absurdo.
Pero aún así, tenía que derribarla de la misma manera.
Abadón se elevó en el aire sobre sus enormes alas negras.
Al aflojar el sello de su alma, Abadón obtuvo acceso al 4% de su poder divino que era capaz de controlar, e iluminó el cielo negro como un sol dorado resplandeciente.
En el suelo, el ceño de Hel se acentuó mientras apretaba su arma con fuerza.