—¿Podemos siquiera abrirla? —preguntó Evan mientras estaba frente a la enorme puerta blanca.
—Simplemente empújala, y se abrirá fácilmente —dijo Valery después de guardar su tienda de campaña.
Han pasado siete horas desde que llegaron al quinto piso, y después de esas siete horas, estaban completamente recuperados y listos para desafiar al monstruo jefe del quinto piso.
Evan puso ambas manos en la gigantesca puerta y la empujó hacia adelante.
Evan pensó que sentiría cierta resistencia ya que la puerta tenía diez metros de altura, pero para su sorpresa, justo cuando la empujó con poca fuerza, empezó a abrirse.
—Es más fácil de lo que pensaba —murmuró Evan y la puerta quedó completamente abierta.
Cuando la puerta se abrió por completo y Evan miró hacia adentro, vio... Nada.
El área detrás de la puerta estaba completamente oscura y no podía ver nada.
—Tendremos que entrar antes de poder ver algo —dijo Valery cuando la puerta se abrió completamente.