Eustace escuchó las palabras del anciano, pero las descartó con indiferencia.
En cambio, se centró en planificar el hechizo más efectivo para utilizar en el inminente enfrentamiento. Estaba contemplando usar su poderoso Haz de Aurora y varias combinaciones de hechizos.
Sin embargo, sus pensamientos fueron abruptamente interrumpidos por el recordatorio urgente de Yvaine sobre la cercanía de los Arcanistas desde el distrito central de la ciudad.
—Cierto... No tengo mucho tiempo...
Con un suspiro resignado, Eustace reconoció la necesidad de partir.
—Resolveremos esto otro día. Por cierto, ¿cómo debo llamarte, anciano? —preguntó Eustace, proponiendo un futuro encuentro.
El anciano caballero, momentáneamente divertido, frunció el ceño despectivamente en respuesta.
—Mi nombre no tiene importancia. Solo sabe que te encuentras ante un Arzobispo de la Iglesia de la Diosa de la Fortuna —declaró, su tono cargado con el aura de santidad.