Una inquietante silencio cayó sobre la pradera mientras Jean manifestaba un misterioso bastón negro rodeado de esencia oscura.
La luz de la luna parecía atenuarse, como si la propia naturaleza contuviera su aliento, anticipando el caos inminente.
De repente, la quietud se rompía por el ensordecedor rugido de los motores cuando las treinta Aeronaves de Combate entraron en acción.
—Así que ni siquiera planean comunicarse con nosotros, eh… —Jean tomó una profunda respiración mientras usaba su telepatía para dar algunas instrucciones a sus hombres.
Con precisión calculada, la flota se acercó a la aeronave solitaria, sus cañones listos y preparados.
Clank… Clank… Clank…
Pronto, una sinfonía de guerra resonó en la noche mientras el cielo se llenaba de los deslumbrantes destellos de los disparos y los estruendos de las explosiones.
¡Estruendo!
La Aeronave de la Academia Vermont, que una vez fue un símbolo de paso seguro, fue ahora lanzada a un torbellino de destrucción.