Yvaine miraba a Vale con curiosidad. Ya hacía un tiempo desde que él empezó a practicar la técnica de espada que acababa de aprender.
Había salido de la sombra para asegurar que Vale pudiera practicar sin preocupaciones, y no podía evitar sentirse cautivada por sus movimientos.
Los pies de Vale se deslizaban sobre el suelo, sus pasos ligeros y elegantes.
Tejía entre oponentes imaginarios, su espada cortando el aire con golpes rápidos y precisos. Cada movimiento fluía sin problemas al siguiente, creando un espectáculo hipnótico de elegancia letal.
—Danza de la Hoja Umbría... Esto es increíble... —Vale pensaba en silencio.
A medida que continuaba practicando, podía sentir la esencia del Caballero de la Muerte, o del hombre de mediana edad, guiando cada uno de sus movimientos. Era como si el espíritu del espadachín caído le prestara su pericia, perfeccionando sus habilidades con cada momento que pasaba.