Wolfe se puso a la par y llamó al transporte con las Brujas.
—Voy a entrar al campamento por un minuto para ver qué se puede recuperar, y luego continuaré escoltándolas en el camino. Solo esperen aquí, y estaré de vuelta enseguida. —El conductor le dio un saludo informal y llevó el vehículo al lado del camino, esperando que él regresara. Quedarse en un sitio por mucho tiempo por estos lares solía atraer a bandidos o monstruos, así que Wolfe se apresuró a ver lo que habían dejado atrás en el campamento.
Al llegar al campamento, el olor a putrefacción golpeó su nariz de inmediato, dejándole saber que a quienes murieron en este campamento ni siquiera se les había concedido la decencia básica de una pira funeraria.
Había cuerpos dispersos por todas partes, hinchados por el sol de primavera, y por alguna razón, incluso los carroñeros no habían querido tocarlos.