Aunque las potencias alrededor de Miguel estaban restringidas, él no lo estaba. Su cuerpo temblaba salvajemente. Algo en su interior rugía. Se sentía similar a la última batalla en la Guerra de la Bandera Interdimensional... aun así, era diferente.
La Marca de los Ojos Espirituales alrededor de sus ojos brillaba intensamente y se expandía lentamente. Al mismo tiempo, estigmas dorados se formaron en su torso superior, donde nadie podía verlos. Sentía picazón en todo su cuerpo, pero se concentraba en la mujer no tan desconocida frente a él... su madre.
Ella miró la brújula una vez más y caminó lentamente por la habitación. Su camino la llevó hasta Miguel, a quien estudió intensamente. Miguel podía decir que su madre no había envejecido nada. Se veía exactamente igual que antes. Sus recuerdos sobre ella eran borrosos, pero verla de nuevo hacía parecer como si nunca se hubiera ido. Pero lo hizo.