—Malditas moscas —dijo June, espantando a los molestos insectos que le picaban la piel.
La tarde había llegado, pero June todavía esperaba a que Y y Mamá Mágica terminaran su conversación.
Podía escuchar su alegre charla desde dentro de la casa mientras él estaba sentado en la estrecha elevación de la puerta.
June bostezó al sentir que el sueño lo vencía. Miró su reloj y vio que ya llevaba más de cuatro horas esperando.
Afortunadamente, la puerta finalmente se abrió media hora después, revelando a un feliz Y con los ojos hinchados.
—Oh, gracias a Dios —dijo June, levantándose de su pequeño asiento y estirando su cuerpo.
Y se sobresaltó al ver a June esperándolo.
—¿Qué sigues haciendo aquí? —señaló a June.
—Te estaba esperando, por supuesto —dijo June, bostezando una vez más—. No sabía que tardarías tanto.
—Podrías haber simplemente marchado —dijo Y con tono serio.