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June miró a los ojos asimétricos e inquisitivos del conserje. Él lo miraba con las cejas levantadas, pareciendo muy poco acogedor.
—Mira, chico. Todavía tengo que limpiar los baños. Si necesitas algo, ¿puedes simplemente decirme qué es? —preguntó impacientemente.
—Tú-tú trabajas aquí? —tartamudeó June.
—Sí —suspiró el conserje—. Acabo de empezar hoy, y ya estás dificultando mi trabajo. ¿Qué necesitas?
—Hay otro conserje que trabaja aquí —dijo June, con la esperanza aún presente en su corazón—. ¿Tal vez tomó un día libre?
El conserje delgado frunció el ceño. —Que yo sepa, soy el único trabajando aquí ahora. Acabo de reemplazar a un tipo calvo hace un rato.
Las orejas de June se alzaron al mencionar a un calvo.
—¿Cómo era su nombre? —preguntó, poniendo la mano bajo su mentón—. Era un nombre raro. ¿Clinton? ¿Klint?
—El señor Klin —susurró June.