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Perseguí el sol en los interminables días de verano.
Reí con amigos, envuelto en juegos y diversiones.
—La voz de June, clara y nítida, llegó al público a través de los altavoces —dijo el narrador—. Era como una melodía arrancada de un sueño, una serenata dulce y reconfortante que se enredaba en el corazón de los espectadores. Mientras cantaba, su sonrisa encarnaba la alegría pura, una luz radiante que atraía la mirada de todos.
Con mis manos, alcancé sueños tan altos.
En el cielo azul, desplegué mis alas para volar.
—Ren tomó el relevo, su voz llevaba una calidad nasal única pero aún así suave —continuó el narrador—. Su tono vocal añadía un contraste, aportando un sabor nuevo a la canción. Su confianza era evidente, bastante diferente de la persona que era antes, y June no podía evitar sentirse orgulloso de él.
Las campanas del recreo sonaban, y el patio se sentía tan amplio.
En juegos tan divertidos, saltaba, lloraba, me escondía.