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Ya que la sala principal en la base de la Brigada Roja estaba siendo utilizada, el resto de los ancianos se habían reunido en uno de los comedores. Estaban sentados alrededor de una mesa redonda con té frente a cada uno de ellos, pero apenas se había tocado ya que las conversaciones no habían cesado desde que comenzó el interrogatorio.
—¡No entiendo por qué estamos perdiendo nuestro tiempo! —exclamó el Anciano Targress. Toda su cara temblaba mientras golpeaba la mesa en el mismo lugar una y otra vez—. ¡No hay otros de cabello blanco entre el Clan, ni entre nadie de importancia. Solo aquellos sin nombres! Deberíamos simplemente deshacernos de todos ellos, ¡incluido el niño! El riesgo es demasiado alto de que eso les suceda al resto de nuestros discípulos. ¡Especialmente si son de la facción Demoníaca!
