Al bajarse del carro, Rayna, Anna, Fixteen y Raze se quedaron al borde del pueblo para evaluar su nuevo entorno.
Belil apenas les había dicho unas pocas palabras y ni siquiera tuvieron tiempo de asimilar lo que estaban viendo antes de que él hablara.
—Disfruten bien de mi regalo, y cuando los necesite vendré a buscarlos —dijo Belil, ofreciendo solo esas pocas palabras antes de volver a subirse al carruaje y marcharse rápidamente.
El carruaje que había traído a Raze y a los demás tampoco se detuvo. El conductor azotó rápidamente las riendas de sus caballos y continuamente miraba hacia atrás mientras se alejaba en la distancia.
—Esto es interesante —dijo Rayna, intentando mantenerse optimista sobre la situación.
Anna se inclinó y pasó sus dedos por el suelo duro. —Este lugar no es bueno —afirmó Anna.