De regreso en la ciudad de Repton, en el restaurante de tres pisos con techo rojo, una trabajadora vestida de ropa común decidió visitar una de las habitaciones VIP en el segundo piso.
—¡Este grupo ruidoso, suelen hacer un nuevo pedido cada treinta minutos hasta alrededor de las 2 de la mañana! —afirmó la mujer, parada justo fuera de las puertas corredizas.
—Ha pasado más de una hora desde que pidieron algo. Me pregunto si les habrá pasado algo. Será mejor que vaya a verlos; suelen dejar bastantes monedas —dijo ella con una sonrisa en la cara.
—Disculpen, pero me estaba preguntando si les gustaría algo de botanas o bebidas adicionales —preguntó la mujer después de dar una cortés llamada a la puerta, pero no hubo respuesta.
Llamó de nuevo, pero aún así no hubo respuesta y fue entonces cuando empezó a encontrar toda la situación un poco extraña.
No venía ningún ruido fuerte del otro lado, ni mesas golpeadas, ni lenguaje soez mientras el grupo se maldecía mutuamente.