—¿Quién fue, quién fue el que pronunció esas palabras? —Ricktor pensaba, con los dientes apretados. Al lado de su cabeza, una vena empezaba a abultarse y a latir ligeramente. Todo esto oculto bajo una sonrisa.
—Él fue, otra vez —tensando su puño, los nudillos de Ricktor empezaron a ponerse blancos. Sus ojos estaban fijos en los de Raze, y no se apartaba ni un momento.
Estando en esta situación, el corazón de Simyón empezó a latir más fuerte. ¿Cómo puedo calmar esta situación? No hay manera, ¿verdad? Raze siempre iba a hacer lo que quisiera, y realmente no tengo las pastillas.
—¡No! —Simyón finalmente gritó—. Raze no tuvo nada que ver con esto. Yo fui quien tomó las pastillas para mí mismo. Las usé para intentar adelantarme y tener una ventaja en la evaluación que se avecina.