Al cruzar la entrada del edificio de la sala de juegos, Atticus y Ember se encontraron con una visión bastante inesperada: el amplio vestíbulo estaba sorprendentemente vacío.
Sus miradas recorrieron el entorno, posándose en un empleado situado detrás del mostrador de recepción. La presencia de los dos visitantes provocó una realización interna en el empleado «¡Ravensteins!», pensó.
Se compuso rápidamente, reemplazando su sorpresa con un comportamiento respetuoso.
Con un saludo formal y cortés, se dirigió a ellos:
—Buenos días, joven maestro, mi señora. ¿En qué puedo asistirles hoy?
Atticus encontró la mirada del empleado con una expresión que revelaba poco, su actitud enigmática.
—Nos gustaría jugar un juego. Nos gustaría tener privacidad, por favor —respondió con tono uniforme.
«¡Es guapo! Lástima que sea solo un niño», pensó, manteniendo intacto su profesionalismo. Exteriormente, mantuvo su expresión compuesta, respondiendo con gracia practicada:
—Ciertamente, joven maestro. Les daré la mejor sala VIP. ¿Cuántas horas desearía reservarla?
—Cinco deberían ser suficientes —respondió Atticus sucintamente.
Con una sutil inclinación de cabeza, el empleado continuó su papel sin interrupciones:
—Eso serán 500 créditos para ambos, joven maestro.
Uno de los guardias se acercó al mostrador de recepción y arregló el pago rápidamente.
El empleado condujo a Atticus y Ember hacia el segundo piso. Al entrar, vieron una colección de elegantes cabinas de juego dispuestas una al lado de la otra.
Vieron fila tras fila de cabinas de juego extendidas como una tentadora gama de oportunidades para la aventura.
Siguiendo la dirección del gesto del empleado, se abrieron paso a través del laberinto de cabinas. Pronto, el empleado los llevó a un rincón apartado, donde vieron una puerta elegante.
—Por aquí, por favor —ofreció el empleado. Luego los guió a una sala VIP.
A la entrada de la sala VIP, dos de los guardias que habían seguido a Atticus y Ember se quedaron de guardia, haciendo de centinelas para asegurar su privacidad.
Las cabinas de juego dentro de la sala VIP eran más opulentas que las que habían visto afuera. Eran una maravilla de diseño y encantamiento. Conforme Atticus y Ember se acercaban a ellas, sus ojos se sentían atraídos por los intrincados patrones de runas grabados en las superficies elegantes.
Estos antiguos símbolos palpitaban con una energía de otro mundo, prometiendo un viaje más allá de lo ordinario.
Combinando el arte de la forja rúnica con mecánicas avanzadas, las cabinas de juego formaron un puente entre la realidad y la imaginación. Diseñadas para la comodidad, los asientos mullidos parecían moldearse a sus cuerpos, creando una sensación de lujo envolvente. Una luz etérea suave emitida por las runas incrustadas bañaba el entorno, infundiendo el espacio con un ambiente relajante.
Al acomodarse en sus asientos, Atticus y Ember se pusieron los auriculares. Las runas se unieron sin problemas con la tecnología de punta, estableciendo un enlace directo entre sus mentes y el mundo virtual.
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