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—¿Están listas? —susurró él.
Ellas lo miraron, diferentes rostros asomándose alrededor de dos puertas al final de la habitación.
—¡Tenemos que irnos lo más rápido posible! —les urgió. Pero ninguna respondió, solo lo miraban, parpadeando, o se miraban unas a otras para medir las respuestas de sus amigas.
Tenía que recordar que eran niñas—al menos algunas de ellas. Quería gruñir, pero no quería asustarlas. Intentó sonreír.
—Sasha-don me envió —murmuró, tratando de mantener su voz calmada y tranquila—. Ella dijo que la profecía se cumple hoy. Pueden venir conmigo y encontrarse con las otras hembras y con Sasha-don. Vamos a sacarlas de aquí para que nunca tengan que enfrentarse a los humanos de nuevo. Estarán a salvo. Lo prometo.