—El mundo se volvió muy pequeño —el universo del aroma de ella, la suavidad de su piel, el tentador deslizar de sus manos bajo su camisa y sus labios en su cuello.
—Su apetito por explorarla, por seguir finalmente esas curvas con sus palmas, por tocar finalmente esos lugares con sus dedos, por presionarse finalmente contra ella, era infinito. Y aunque su mente le gritaba que ese no era ni el momento ni el lugar, por cada instante que pretendía soltarla, llegaba el siguiente y ella seguía en sus brazos.
—Un temor chirriante se agitaba bajo la superficie de su alegría, amenazante y recordatorio.
—Ella había dicho que no antes —se había inclinado hacia él, luego se había alejado.
—Había estado tan insegura durante tanto tiempo... una parte de él estaba convencida de que en el momento en que la soltara, ella olvidaría que era suya y la perdería.