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—Una hora después, Zev se sentía más confiado, pero todavía inquieto —continuó el narrador—. Los Quimeras habían escuchado su llamado y, finalmente, se habían entregado a él. Cuando los llamó para que se pusieran de pie, lo hicieron con cuerpos y voces, surgiendo uno tras otro para inclinar la cabeza y aullar y llamar, llamándose unos a otros, instando a los demás clanes a unirse.
—Pero todavía había murmullos. Todavía había miradas de reojo y ojos temerosos.
—Zev sabía que no podía esperar llevar consigo todas las mentes y corazones, especialmente considerando lo que algunos de ellos habían perdido. Su miedo era comprensible. Pero necesitaba que trabajaran con él y creyeran en la imagen que él les mostraba al pasar de la inspiración a la acción.
—Al traer a los Alfas para describir sus planes, les había dado la imagen de la Ciudad, ahora habitada nuevamente, preparada para el retorno de las mujeres y lista para enfrentarse a la humanidad armada.