—La sensación de ella lo estremecía, como si cada centímetro de su piel se hubiera convertido en un receptor de Sasha. Sus sentidos estaban saturados de ella—su tacto, su aroma, su voz. Literalmente temblaba de ganas por ella, su respiración entrecortada y atrapada mientras se movían juntos. Se aferraba a ella sin piedad, incapaz de estar lo suficientemente cerca, abrumado.
—¿Qué le estaba sucediendo?
—Se inclinó hacia su beso, girando sus caderas, el aliento caliente, la piel caliente, las manos llenas de ella y todo lo que podía hacer era anhelar más.
—Y ella era igual—frenética por él, su beso profundo y urgente, bocas abiertas y dientes chocando, contoneándose para encontrarse con él.
—Con los ojos abiertos para devorar la vista de ella, Zev gimió cuando ella inclinó la cabeza hacia atrás y la luz del día le pintó su cuello, pecho y vientre en un suave resplandor, la suave y nublada tarde creando una silueta de ella entre las rocas como si brillara.