—Zev no paraba de temblar, y Sasha no podía respirar —de la manera más hermosa.
Yacían juntos, mirándose el uno al otro, sin hablar apenas durante el tiempo más largo. A medida que su respiración lentamente volvía a la normalidad y los latidos del corazón se calmaban, y el sudor se secaba en su frente, ellos se quedaban mirando.
Sasha acariciaba su pecho, pero su mano siempre volvía al centro, apoyada completamente, sintiendo su gran corazón latir contra su palma —al mismo ritmo que el suyo. Como si fuera un eco de ella. Como si su torrente sanguíneo estuviera conectado.
Ella tragó, muchas preguntas burbujeando a la superficie, pero era reacia a romper el perfecto silencio.
Luego pestañeó.
—¿Puedes oírme? —preguntó con timidez en su cabeza.
Él asintió.
Sasha tuvo que contener las lágrimas de alegría. —¿Qué significa esto? Para nosotros, quiero decir, ¿Qué nos hará esto?