—Zev tenía la intención de hacer un discurso —dijo—. Había planeado decirle cuánto significaba esto para él, para verificar y asegurarse de que no estuviera nerviosa. Para preparar el escenario de modo que ella pudiera relajarse.
—Pero cuando ella dijo que tenía hambre —¡de él!— y lo miró de esa manera, con luz, calor y alegría escritos en cada rasgo... él había olvidado todos sus planes. Tenía que tener sus manos sobre ella. Tenía que estar cerca.
—Se había lanzado, atrayéndola hacia él y ella había venido de buena gana, riendo y sosteniendo su rostro con sus pequeñas manos, enviando descargas de emoción a través de todo su cuerpo.
—Se había obligado a preguntar, a verificar que ella estuviera lista, y como respuesta ella lo había apretado más fuerte, su lengua entrelazándose con la de él.
—Oh, dios, Sasha... —jadeó él, su pecho subiendo y bajando como un fuelle mientras la ponía de pie para que sus manos estuvieran libres para empezar a desvestirla.