—Zev, para —había dicho ella, su voz apenas más que un susurro.
—¿Qué? Estoy hablando en serio.
—No puedes saber eso ahora —miró hacia abajo y el miedo entró en su olor.
Zev frunció el ceño. —¿Qué pasa? ¿Por qué estás tensa?
—Porque estás siendo tonto con esto y... y para mí no es una tontería. No estoy tratando de hacerte hablar sobre casarnos. Solo estoy diciendo, eso es un sueño, ¿sabes? Algo que espero. Más adelante. Años a partir de ahora.
—Claro. Así que todo lo que digo es que, cuando nos casemos, tenemos que asegurarnos de hacer eso.
—Zev, no puedes saber con seguridad que nos vamos a casar. ¡Todavía estamos en la secundaria! No juegues ese juego conmigo.
—¡No estoy jugando juegos!
Ella había rodado los ojos. —Ok, como sea.
—Sash