—Zev —comenzó ella, completamente incierta de cómo calmarlo.
Pero él sacudió la cabeza y abrió los ojos. —No, Sasha —dijo con voz ronca—. La verdad es… estén emparejados o no, eran mi gente, y los dejé ahí. Y no puedo... no puedo arrepentirme porque eso me trajo de vuelta a ti. Y me niego a cambiar eso. Me odio por ello, pero soy lo suficientemente egoísta para
—¡No eres egoísta! —dijo ella con un siseo, agarrándole firmemente la cintura—. Si Lhars dijo eso, él es un imbécil. Todo lo que has hecho ha sido en contra de lo que querías, y con la intención de ayudar a otras personas—esa es la verdad. Has sido dañado tanto o más que esos