Anastasia empezó a respirar rápido y cerró los ojos. Necesitaba tiempo para pensar, para alejar esa emoción de sí misma. Cuando los abrió de nuevo, descubrió que Íleo se estaba quitando la camisa por la cabeza. Vendas blancas al descubierto. —¡No podemos perder el control! Pero sus instintos clamaban por dentro tocar a este hombre, sentirlo contra ella. Estaba excitada como el infierno y sabía que Íleo debió haber olido su excitación. ¿Dónde estaba su fuerza de voluntad cuando más la necesitaba? Su pantalón se inundaba con sus jugos.
De repente recordó cómo Aidan había presionado la cabeza de Darla contra el hueco de su cuello. ¿Iba él a ayudarla a salir de esta emoción? Estaba segura de que incluso Aidan debía estar impulsado por la misma emoción. ¿Eso significaba que Aidan y Darla?
—No soy yo quien está perdiendo el control, princesa —Íleo rompió su ensimismamiento—. Se sentó sobre sus rodillas y la hizo sentarse.
—¿C—cómo es eso? —ella balbuceó—. ¿Qué?