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—Aed Ruad miraba fijamente a su hermana. Y continuó mirándola durante mucho tiempo, hasta que le dolieron los ojos, hasta que le dolió el pecho, hasta que cada respiración que tomaba le dolía —susurró—. Ella está muerta.
—¡Debería haber muerto antes! —llegó la voz de su madre. Y por primera vez, Aed Ruad perdió el control. Se levantó, se giró y abofeteó a su madre en la cara. Etaya cayó sobre su trasero a un par de metros de distancia, su rostro marcado con la impresión de sus dedos.
La furia hirvió su sangre mientras lo miraba con shock. Era la primera vez que él la golpeaba y Etaya estaba... asustada.