```
—Algo ardía en su pecho, no solo deseo. Algo más. Una exigencia por él. Pero también... se sentía impulsada a tocarlo. No era solo un deseo, era una necesidad —mientras él abría la puerta de la cueva, ella abrazó su espalda y dejó que sus manos se deslizaran por sus hombros y espalda—su parte favorita de él. Bajo su tacto, él se estremeció, cerró la puerta detrás de ellos y la aseguró al levantar una gruesa viga que ella no había notado, apoyada contra la pared interior, y luego la encajó en dos soportes en la puerta. Elia sonrió. Parecía que ni el mismo dios abriría esa puerta.
Luego Reth se volvió para enfrentarla y se quedó allí... mirándola fijamente. La luz de la linterna era cálida e iluminaba los músculos de su pecho y estómago donde su chaleco estaba abierto.
—Elia tragó saliva con fuerza y acarició con un dedo el centro de su pecho, luego ese estómago musculado—que se contrajo mientras ella lo hacía—y luego enganchó su dedo en la parte superior de su pantalón.