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—No, por supuesto que no. No soy… en mi mundo no es motivo de vergüenza no ser virgen cuando te casas —respondió ella.
Los hombres se rieron —.Tampoco aquí, Señor. Pero un sacrificio debe ser puro. ¿Descubriste quizás que tu emparejamiento sería rechazado si no lo fueras y deseaste ocultarlo el mayor tiempo posible?
—¡No! Si no hubiera sido lo que... lo que dijeron que era, simplemente lo habría dicho —respondió ella, indignada.
Los hombres se miraron entre ellos, como si no estuvieran seguros de creerla.
—¡Por el amor del cielo, pregúntame! —exclamó ella, desesperada.
—¿Preguntarte qué, Señor? —inquirió uno de los hombres con duda.
—¡Pregúntame por qué no nos hemos emparejado todavía! —insistió ella.
Behryn, que de repente parecía estar ocultando una sonrisa, se volvió hacia ella y le hizo la pregunta —.Lady Elia, ¿por qué aún no te has ofrecido a tu esposo?