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RETH
Unos minutos después, con su aliento retumbando en su oído, ella olvidó su herida y deslizó su mano por su costado. Él se estremeció y se apartó y ella jadeó.
—¡Lo siento tanto, Reth! —Shhhh, está bien. Estoy bien. —¡No, no lo estás! Aymora dijo que necesitas descansar hasta que te recuperes. —Te prometo, hay más curación en tus labios que en cualquier otro lugar de esta cueva —dijo él secamente, pero cuando ella empujó suavemente su hombro, él suspiró y volvió a acostarse, respirando con cuidado hasta que el dolor en sus costillas disminuyó.
Ambos yacían allí, mirando el techo negro, hasta que su respiración volvió a la normalidad. Reth encontró su mano y entrelazaron sus dedos y ella se giró para sostener su mano con ambas de las suyas.
—¿Vas a volver a dormir? —susurró ella.
Él negó con la cabeza. —No lo creo.