LERRIN
Suhle había encontrado de alguna manera un nuevo conjunto de ropa que le quedaba casi tan bien como las que estaban hechas para él. Cuando ella entró con una gran canasta en su brazo y un ceño fruncido en su rostro, él había estado preocupado, pero ella murmuraba acerca de no poder organizar un verdadero baño para él.
—No lo permitirán —dijo ella a través de sus dientes.
Lerrin le sostuvo la cara y la hizo detenerse para mirarlo. —Estoy tan agradecido de que te preocupes —dijo suavemente.
Entonces ella sonrió y eso iluminó su corazón desde el interior.
Él había odiado no poder bañarse. Era, para él, la peor parte del encarcelamiento. Pero ella había sido tan diligente trayendo paños y agua para lavarse. No era peor que cuando había estado viajando en invierno e incapaz de usar los arroyos o ríos. Así que no suspiró cuando ella sacó otro gran frasco de agua y un pequeño montón de paños suaves para que él usara. Al menos no olería mal.