LERRIN
Un gemido bajo rodó en su pecho, incluso esa pequeña vibración le causaba dolor. Pero no podía alcanzar a Suhle, no podía tocarla como anhelaba hacerlo. Así que acarició su mente con la suya.
No importa qué. Tú también eres la única para mí —admitió—. Nunca dije que el vínculo no exista, Suhle. Solo... no puedo recibirlo.
Su rostro se desmoronó y él deseó poder peinarle el cabello hacia atrás con su mano, para tener una vista más clara de ella. La deseaba, pero también se resistía.
Encuentra a alguien que te proteja —envió—. Hay demasiado aquí para superar solo. Cuando esté muerto... no malgastes tu vida amando un cadáver, Suhle. Tienes amor para dar. Dalo.
—¡Deja de hablar así! —siseó ella—. ¡No eres un desperdicio! ¡Eres orgulloso y recto y fuerte y... y tienes una mente aguda. Tienes un corazón hermoso, Lerrin. Permítete ver la verdad de esto!
Cerró los ojos y suspiró tan profundamente como pudo sin toser.