La mirada de Lerrin sobre él era ardiente y cautelosa. El macho había adoptado inconscientemente una postura defensiva. Reth hizo un gesto de desaprobación.
—No hay agenda, Lerrin —gruñó en voz baja—. Tenemos guardias y vigilantes entre la gente para observar el ánimo e intentar resolver cualquier problema antes de que comience. Hay una señal que podemos dar para moverlos a los exteriores del claro, para vigilar a cualquiera que intente escapar.
Lerrin asintió, pero se mantuvo cauteloso. —¿Tomarán prisioneros, o lucharán?
—Depende de qué señal les demos —dijo Reth.
Behryn cambió su peso de un lado al otro. No había querido que Reth compartiera este tipo de información con Lerrin, incluso ahora. Pero Reth sabía que para construir el puente entre sus pueblos, tenía que estar dispuesto a cruzarlo primero.