Gahrye avanzó a paso ligero por las escaleras, cruzó los amplios pasillos y el vestíbulo de la Casa Grande, y luego ingresó en los corredores más oscuros y estrechos que conducían a la puerta trasera. Casi había llegado cuando Shaw salió de una de las habitaciones cercanas y llamó su nombre.
Se detuvo en seco, cerró los ojos y rezó por paz antes de girarse para enfrentar al hombre. —¿Qué pasa? —preguntó, con más brusquedad de la necesaria.
Las cejas de Shaw se elevaron. —Lo siento, lo siento por interrumpir otra vez, pero solo quería saber… ¿a dónde vas? —preguntó el hombre, perdiendo de pronto todo rastro suplicante en su tono.
—Solo voy a dar un paseo. Elia sigue en forma de bestia así que no podemos irnos y simplemente… necesito estar afuera —dijo Gahrye.