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LERRIN
Minutos después, finalmente dejó de correr y tomó su propia forma.
Pudo pensar claramente de nuevo, y el asco enfermizo en su estómago giraba, galvanizándose, convirtiéndose en otra cosa. Convirtiéndose en resolución. Convirtiéndose en determinación. Convirtiéndose en un plan.
—Suhle, envió, ¿puedes escucharme?
—¡Sí! ¿Estás a salvo?
—Sí, pero nadie más lo está. No mientras mi ejército esté aquí. No hasta que hayan… hayan terminado. ¿Puedes regresar a la Ciudad? ¿Puedes enviar otro mensaje a Reth?
Hubo una pausa vacilante y él se odió a sí mismo por presionarla hacia el temor. Pero luego ella volvió y su voz era fuerte.
—Sí, puedo —dijo ella.
—Okay, gracias. Gracias, mi amor. Lamento tanto seguir enviándote al peligro. Solo que… no confío en nadie más.
—Puedes confiar en mí, Lerrin.